Por Juan
Manuel Bendala. Ilustración de Vicente Toti.
Paqui nació cuando yo tenía once años; por eso siempre me ha parecido
más mi sobrina que mi prima. La observación paso a paso de su crecimiento se
convirtió en una experiencia casi científica para mí. Era la primera vez que podía seguir la formación del lenguaje
y el inicio del caminar infantil; fenómenos percibidos siempre por mí como casi
milagrosos. Fue una niña precoz: a los nueve meses ya caminaba, y con año y
medio hablaba bastante bien. Lástima que sus padres no pudieran darle estudios,
por falta de medios económicos: ¡qué cerebro se malogró!, como tantos otros en
nuestro país.
Ella ni lo recordará, pero yo solía plantearle cuestiones para ver por
dónde 'salía'. Casi siempre me maravillaban las brillantes ocurrencias de aquel
ser al que yo casi había visto nacer. Caminaba un día por la incipiente Gran
Vía, junto al caserón llamado El Brasil Grande -aún me parece ir pisando
aquellas losetas de aglomerado asfáltico que prometían ser la revolución de los
pavimentos-, con la niña de la manita preguntándome por todo lo que veía. De repente,
le planteé lo que yo creía sería un dilema para ella
-Paqui, ¿quién manda más en ti, Franco o
tu padre?
Tendría unos
cuatro años, pero meditó un instante, y me
respondió con sencillez y aplomo, como si quisiera explicármelo para que yo me
enterase bien:
- Pueeees, en mí manda más mi padre.
No habría pasado un segundo cuando me
aclaró, por si yo no lo sabía:
-Peeeeero, Franco manda en mi padre.
La respuesta, digna de un filósofo, me maravilló, no tanto en ese
momento, sino más tarde, cuando fui analizándola en toda su magnitud. Entre
otras cosas, siempre me preguntaré cómo sabía ella quién era Franco, y qué
representaba en su vida y en la de su padre, en un mundo en el que nadie
contaba nada a niños tan pequeños, ni estos tenían el precoz acceso a la
información que tienen ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchisimas gracias por tu comentario.