domingo, 7 de abril de 2013

Capítulo XVIII - EL TRAGAMILLAS



Por Juan Manuel Bendala. Ilustración de Vicente Toti.


     De tanto moverse de aquí para allá por el cuartel en bicicleta la marinería lo rebautizó como El Tragamillas. El sargento andaba todo el día a la caza de algún desocupado. Cada vez que atrapaba a un incauto con aire de estar holgando, libreta en ristre, pedía con voz destemplada:

-¡Número, número!

Las víctimas quedaban anotadas en un siniestro cuadernillo de pastas negras y flexibles. Al día siguiente saldrían nombrados en “la orden” para servicios especiales de limpieza, tales como recogi­da de basuras putrefactas olvidadas en algún rincón o adecentamiento de retretes inmundos.
El suboficial, fuerte, rubiote, de marcado acento gallego, tenía una pequeña corte de adláteres, que medraba a costa de una constante adulación y complacencia. Se dirigía a ellos con una muleti­lla, que pretendía ser afectuosa:

-A ver, monstruos...

Aquella mañana, El Tragamillas ya había enrolado bastante mano de obra. Aca­baba de  pescar en el inmenso patio de instrucción a otros dos pardillos cuando se le acabó la tinta. Con altanería reclamó de su guardia de corps un medio para escribir:

-A ver monstruos, dadme un bolígrafo.

Inmediatamente los pelotas se palparon con premura todos los bolsillos de las marineras y de los pantalones, al tiempo que reclamaban de los que andaban cerca:

- ¡¿Quién tiene un bolígrafo para el sargento?!, ¡¿quién tiene un bolígrafo para el sargento?!
      
     El cacareante grupo de gallinas repitió varias veces la misma cantinela; todos los colaboracionistas querían hacer méritos. De repente, sobre el griterío del grupito policial se impuso la voz fuerte y serena de un marinero, de Huelva por más señas, recostado junto a uno de los cañones que adornaban el patio:

-Mi sargento, ¿le da igual un lápiz?

El Tragamillas, con un aire de estudiada resignación, entornó los párpados, alargó la mano con displicencia, y dijo:

- Sí, a ver, monstruo.

El intruso, sin inmutarse, dirigió su joven vozarrón a la concurrencia y con tranquilidad reclamó a uno y otro lado:

- ¡¿Quién tiene un lápiz para el sargento?!, ¡¿quién tiene un lápiz para el sargento?! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchisimas gracias por tu comentario.