Por Juan Manuel Bendala. Ilustración de
Vicente Toti.
Según parece, la principal característica en el modo de ser de los
naturales de Lepe no es la de su sentido del humor, como siempre se ha creído,
sino una especie de valor cívico o falta de pudor para contar al mundo las
cosas que les ocurren. Ese podría ser el origen de tantos chistes. Situaciones
cómicas y desairadas nos han pasado a todos, pero muchas de ellas se irán con
nosotros a la tumba; mientras los leperos esas anécdotas las cuentan tal
cuales, con naturalidad.
Así le ocurrió a una ciudadana de Lepe, que tal y como lo vivió contó
lo que sigue:
El radiólogo le pidió a la señora que pasase a la sala de rayos x,
donde había una tenue iluminación. La paciente accedió al lugar un poco
despistada, como puede ser explicable en una persona que entra en un lugar
desconocido, inquieta además por los posibles males que los rayos le podrían
detectar. Como sabemos -los mayores-, las antiguas pantallas de rayos x tenían
un escaloncito sobre el que el paciente se subía para pegar el pecho a la misma.
Por eso al médico le pareció natural pedirle a la señora:
-Por favor, súbase.
Mas quiso la fatalidad que en el preciso instante en que el radiólogo
pronunciaba esa frase se le cayera el bolígrafo del bolsillo de la bata, por lo
que instintivamente, en ese mismo segundo, se agachó a recogerlo. La señora ni
corta ni perezosa en un santiamén se montó sobre la espalda del médico, a
caballito o burrito, como dicen por ahí, o en camichocho, como decíamos
en Huelva
-¡¡¡Pero, señora, ¿qué hace usted?!!!
-Pues, ¿no me ha dicho que me suba?, respondió divertida la paciente
Lo grande del caso es que al salir lo contó todo en la sala de espera,
entre el regocijo general. Y tal como lo contó, lo cuento.
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