Por Juan
Manuel Bendala. Ilustración de Vicente Toti.
Incluso se le parecía físicamente;
tenía la nariz algo aguileña y de estatura más bien recortada; el resto lo
ponía él: sacaba la barriga, atiplaba la voz y movía el antebrazo arriba y
abajo rítmicamente, remarcando cada tajante afirmación de su arenga. Juan José
era un artista imitando a Franco, y en Navidades su discurso era ya tradición
de varios años. Desde lo alto de la escalera del Instituto, en el amplio hall,
se dirigía muy serio a la multitud, que lo aclamaba desde allí abajo.
Su boca
iba desgranando un galimatías de los tópicos y lugares comunes tan manoseados
por el Dictador. Iniciaba, a propósito, las frases de manera confusa, con menor
volumen de voz, que subía de repente al final de las mismas, remarcando las
últimas sílabas. A cada instante introducía preguntas retóricas, que por lo
tanto no pedían respuestas, pero que el público las respondía, mezclándolas a
conciencia con una aclamación:
-…, porque ¿quién
se llevó el oro de España?
-¡¡¡Franco, Franco,
Franco!!!, gritaba
la gente.
-…, porque, ¿quién
sumió a nuestra patria en la anarquía y la miseria?
-¡¡¡Franco, Franco,
Franco!!!, medio
afirmaban, medio aclamaban, con mayor entusiasmo cada vez.
Desde un extremo los bedeles asistían con
caras avinagradas al evento. A alguno se le llegó a oír murmurando entre
dientes:
-¡Partía de
comunistas…!
Finalizado el discurso, se formaba una
especie de procesión cívica que iba recorriendo los pasillos, al ritmo de los
más heterogéneos instrumentos de percusión, mientras voces destempladas
cantaban peculiares villancicos ‘políticos’. Iniciaba la ronda un solista:
-¡En el cielo manda
Dios / y en la tierra los gitanos, / y en el aceite de oliva / mandan los
americanos¡
Y
el nutrido coro a cada estrofa respondía siempre con el mismo estribillo:
-¡¡¡Franco, Franco,
Franco, dime de qué modo tú te las arreglas pa salí en el NODO!!!
Chín, ta, ta, chín,
ta, ta chín remataba
la música.
Juan
José nos dejó antes de tiempo. Es una pena que no haya un cielo donde se
arrienden balcones, para que él desde allí nos arengase de nuevo cada Navidad.
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