Dicen los americanos que es mejor
ser nuevo rico que no serlo. Eso mismo debió de pensar desde su ostentación una
pescadera onubense, 'aderezada' con un grueso collar de perlas, enormes
medallas de oro macizo y un aparatoso
abrigo de pieles. Se acababa de inaugurar el cine Emperador; los espectadores
entraban aquellos primeros días en la sala como si accediesen a un templo
sagrado; aguardaban un rato, para ver y ser vistos, en el vestíbulo, palabra
hasta entonces poco utilizada en Huelva, aunque algunos empezaran a usarla a
partir de entonces con fruición, como signo de su incorporación a la
modernidad. Después todos iban accediendo a la sala. Las mullidas butacas y los tejidos de las paredes y la pantalla amortiguaban aún más las
apagadas conversaciones del público, que iba ocupando los asientos poco a poco.
La mujer, aún de pie, no
desaprovechaba la ocasión de lucir sus nuevas y llamativas prendas. Ningún
conocido escapaba a su untuoso saludo:
-¡Hola, fulano!,
¡hola, fulana!
Quien más, quien menos se veía obligado a dirigirle al paso algún
comentario amable:
-¡Qué guapa estás!,
¡qué abrigo más bonito!-
Alguien, seguramente más cumplido que el resto, incluso llegó a
interesarse por su familia:
-¿Cómo están los
niños?, ¿y tu marido?-
La mujer sintió al alcance su
momento estelar, y elevando la voz un poco más de lo que habría sido prudente,
se extendió en explicaciones, para que todos pudieran admirar la intensidad de
su actual vida social:
- Pues sí, hemos
estado de vacaciones, en la Costa Brava.
El conocido intervenía casi a base de monosílabos, que querían ser
corteses: el elevado tono de la pescadera le tenían un poco azorado:
- ¿Si?, ¡qué bien!, ¡vaya!...
La enjoyada mujer, ya lanzada, remató la faena y aclaró:
-Pues sí, hemos
venido desde allí bombardeando toda la costa. Ya te
lo contará Manolo; es que está ahí fumando, en el patíbulo.
Ilustración de Vicente Toti.
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